A raíz de la noticia del inminente derribo del llamado chalet de Casanova, en la calle María Auxiliadora, desde Cádiz Ilustrada queremos poner de manifiesto algunos aspectos relacionados con el valor patrimonial de algunos de sus elementos muebles, antes de su previsible desaparición. Este edificio, para dos viviendas, se construyó en 1953 con licencia de obra solicitada por Dª Dolores Almoguera Llanos, firmando el proyecto el arquitecto D. Carlos Solís Llorente y como aparejador D. Manuel Accame Campos. Éste era hijo de D. Antonio Accame Scassi (Cádiz, 1869-1952) artesano y pintor a quién se le recuerda por ser al autor de la llamada “arquitectura efímera” adornos que se erigían en las plazas durante el carnaval. Su hijo Manuel (Cádiz, 1910- 2002) fue durante muchos años el aparejador municipal, siendo nombrado en 1966 director de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Cádiz. Era un enamorado de todo lo gaditano, de sus obras de arte, antigüedades, o vestigios arqueológicos. Por su privilegiada posición estaba al tanto de cualquier descubrimiento histórico que se produjese en la ciudad, no dudando en obtener para su colección toda suerte de objetos artísticos bien fuese en madera, metal o piedra. De esta manera en su domicilio en la calle Poeta Nieto y María Auxiliadora, llegó a tener innumerables piezas que alimentaban su pasión junto con su otra gran afición que era lo heredado de su padre. Así monedas de diversas épocas, planos y grabados antiguos, dibujos, pinturas, muebles isabelinos, imágenes, rejas, brocales, capiteles y hasta un cañón de hierro fundido han decorado su casa. A su muerte, su hija María del Carmen, casada con el Dr. Manuel Casanova, hizo legación de casi todas estas pertenencias al Museo Histórico Municipal, pero aún quedan algunos objetos en el edificio que ahora va a ser demolido, y que no pudieron ser trasladados al formar parte de su estructura. Nos referimos en concreto a los restos de una de las dos rejas que cerraban el presbiterio de la desaparecida iglesia de la Merced tras la quema de todo el convento en 1931.
Estas rejas se las mostró el Sr. Accame a Juan Antonio Fierro (quien nos ha cedido las fotos que se acompañan), y que al parecer se las compró a un chatarrero. Se componían de dos trozos rectangulares con el escudo mercedario en su centro. Uno de ellos lo tenía colocado en un ángulo de la entrada de su estancia y que al final de su vida lo depositó como recuerdo en la actual iglesia. El trozo más deteriorado lo utilizó para aprovechar el enrejado y colocarlo como transparente en una de las puertas de la vivienda, donde aún permanece. El otro vestigio histórico es el cañón que está colocado a modo de “falso guardacantón” en la esquina del edificio. Y decimos que es falso ya que obviamente fue instalado cuando se edificó la casa a mediados del s. XX. Los cañones que servían para defender las esquinas del paso de los carruajes, se pusieron a lo largo de los siglos XVII y XVIII, fundamentalmente, en las estrechas calles del Cádiz intramuros, cuando extramuros era un descampado con solo algunas construcciones aisladas. Se trata de una pequeña pieza de artillería de calibre de 4 lb, posiblemente inglés, de 81 mm de diámetro de ánima y de 125 cm de longitud. Por otra parte en la relación de la policía municipal de 1937 solo se mencionaban la existencia de dos cañones en la calle Enrique Calvo, dos en las esquinas de calle Cooperativa, y otros dos próximos a la segunda Aguada. Y en 1946 se relacionaban los dos de Enrique Calvo, uno en Avda. Ana de Viya nº 60 y otro en la “fábrica de harinas”.
La cuestión está en saber cuál va a ser el paradero de estos elementos férreos, la reja de forja sevillana, y el cañón, ambos del s. XVIII. ¿Se los llevarán otro chatarrero? En el caso del cañón se debería depositar en las dependencias municipales a la espera de su reintegración en alguna de las muchas esquinas del casco histórico de donde desaparecieron a lo largo del siglo XX, expoliando el patrimonio gaditano.
Diario de Cádiz, 14 de abril del 2020
Reblogueó esto en SACROGADES.
Conocí la casa de pequeño y de joven por lazos de amistad con la familia. Me causa una gran pena que la vayan a derribar. Si yo mismo dispusiera del suficiente dinero me haría con ella, todo un palacio de Cádiz; no con el abolengo de los de siglos anteriores en el casco histórico pero con otras ventajas. Se podría hacer un precioso proyecto de conservación que quedaría para la posteridad.